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Monumento conmemorativo del campo de exterminio de Sobibor en Polonia
Monumento conmemorativo del campo de exterminio de Sobibor en Polonia.
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EFE / Archivo

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Un film rescata del olvido al judío que acabó con el infierno nazi de Sobibor

Planeó la fuga más exitosa de la Segunda Guerra Mundial.

Una película rusa ha rescatado del olvido la historia del soldado judío que planeó la fuga más exitosa de la Segunda Guerra Mundial y que obligó a los nazis a cerrar uno de sus más terribles campos de exterminio, Sobibor.

"Algunos se abalanzaron sobre las tinajas y acudieron a los grifos en busca de agua, pero un grito inhumano les hizo pararse en seco. No pasaron ni quince minutos y todo había terminado. En los dos baños yacían sólo cuerpos ennegrecidos", cuenta en su diario Alexandr Pecherski, oficial del Ejército soviético.

El horror de las cámaras de gas que llegó a oídos de Pecherski nada más entrar al campo de Sobibor, en la Polonia ocupada, en septiembre de 1943 le convenció de que la única posibilidad de sobrevivir era organizando una fuga masiva.

Pecherski pudo morir en varias ocasiones antes de ir a parar a Sobibor, pero el destino quiso que este judío nacido en Ucrania y que trabajaba de contable en una escuela musical truncara los siniestros planes de los nazis.

"Sobibor" es el nombre de la película protagonizada y dirigida por Konstantin Jabenski, el actor ruso más reconocido de los últimos años, y con Christopher Lambert en el papel de jefe del campo.

La cinta, que cuenta con un elenco de actores rusos, polacos y alemanes, ya ha sido exhibida en Rusia, Polonia, Alemania, la sede de la ONU y el Festival de Cannes, aunque fuera de concurso.

Pecherski, que cayó preso durante la defensa de Moscú en los primeros meses de la contienda, previamente había intentado darse a la fuga en dos ocasiones, motivo por el que acabó con sus huesos en un campo de la muerte.

En una de sus múltiples fugas los nazis descubrieron que estaba circuncidado y le enviaron al infierno de Sobibor, campo fundado en mayo de 1942 y donde fueron exterminados unos 250.000 judíos.

Según relata el propio protagonista, la idea de la fuga le surgió la primera noche que pasó en el campo, al oír los gritos y sollozos de las mujeres y los niños horas antes de morir.

Los gritos de horror de los presos eran en ocasiones tan ensordecedores que los nazis se vieron obligados a traer unos 300 gansos, cuyos graznidos ahogaban los alaridos humanos.

"Huir de Sobibor era muy difícil, casi imposible", escribió en su diario sobre el campo, donde él aguantó sólo tres semanas.

Además de las dos filas de alambre de espino de tres metros de altura separadas por quince metros de campos de minas, Sobibor estaba protegido y vigilado por unos 130 soldados.

Con todo, Pecherski siguió adelante con su plan y logró que le secundaran casi todos los presos de Sobibor, a los que se ganó enfrentándose a los oficiales nazis, con la excepción de unos 130, que fueron fusilados al día siguiente de la escapada.

Descartada la idea de cavar un túnel de 35 metros por el que debían pasar 600 personas, Pecherski apostó por un plan menos sutil, que consistía en matar con hachas a los oficiales en los talleres, hacerse con las armas y atacar a los vigilantes.

El motín tuvo lugar el 14 de octubre y en menos de dos horas casi todos los oficiales del campo ya habían sido aniquilados, tras lo que el oficial soviético gritó: "¡Camaradas a las puertas!".

"Yo fui el último en salir del campo y sólo huí cuando me aseguré de que todos ya habían salido", recordaba.

Unos 80 presos murieron durante la accidentada fuga, otros 180 fueron capturados y sólo 53 lograron ver el fin de la guerra el 9 de mayo de 1945.

Pecherski no sólo logró consumar la fuga, sino que asestó a los alemanes tal golpe de efecto, que estos decidieron destruir el campo y plantar patatas para borrar pistas, aunque décadas después en dicho lugar se encontraron cámaras de gas y restos humanos.

En cuatro días ya había alcanzado la frontera soviética, poco después se topó con un grupo de partisanos y el 23 de octubre ya estaba de nuevo combatiendo en el frente.

Curiosamente, las autoridades soviéticas hicieron todo lo posible para acallar la proeza de su soldado, ya que al regresar fue interrogado por el NKVD, antiguo KGB, quien le envió a un batallón de asalto, donde los índices de mortalidad eran altísimos.

El Kremlin, que no dudó en censurar su historia y le impidió participar en los juicios de Nuremberg, no quería ser acusado de discriminación contra los presos que habían huido de prisiones alemanas y, en especial, contra los judíos.

Pecherski volvió a su trabajo como administrador en un teatro musical, fue víctima de las represiones estalinistas, murió en 1990 y sólo vio reconocido su heroísmo en 2016 cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, le concedió a título póstumo la Orden al Coraje.

 

Ignacio Ortega-EFE

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